Dentro de la calle de la Barrera, una de las calles imprescindibles para tapear en Coruña, está el Alma Negra.
Fue un local que marcó el comienzo de una nueva era en la calle. A partir de ahí nos olvidamos de los sitios enxebres de toda la vida y empezamos a ver cómo se reformaban la mayoría de los locales, se hipsterizaban, y se esforzaban por poner tapas, olvidando el raxo-tortilla-empanada de toda la vida.
El Alma Negra tiene una carta de tapas y raciones muy propia de un buen restaurante. Las croquetas no son croquetas, porque son de grelos y pulpo (igualitas a las que hacemos en casa con las sobras); la ensaladilla, no es ensaladilla, porque tiene salsa tártara y viene presentada en un bote de cristal; el taco de carne también tiene un langostino... todo es diferente, innovador, y se nota que dentro de la cocina hay un profesional.
Para beber, una cerveza por barba. Aunque leímos por ahí que tenían variedad de cervezas, se limita a la Estrella, que tampoco hay problema! Sí que tienen más variedad de vinos, como todos los de la zona.
Decidimos picotear un poco de todo para probar cosas diferentes. Éramos cinco, un número complicado... la ración de tacos está pensada para tres, los saquitos para cuatro. Lo único que nos venía bien eran las croquetas (10) pero se les habían agotado y nos quedamos con las ganas. El caso es que no hubo ningún problema, porque el camarero que nos atendió tuvo muy buena disposición y enseguida arregló para que cada una tuviera su taco y su saquito.
Como no había croquetas, pedimos "alma negra fried fingers", lo que viene siendo pollo rebozado con una salsa. Fue lo más normalito que probamos.
El taco era una tortilla de maíz, la mexicana de toda la vida, con carne mechada, una colita de langostino y salsa teriyaki. No le gustó a todo el mundo, supongo que es el riesgo que corres cuando mezclas sabores.
El saquito crujiente de pollo, espinacas y setas, rico, pero sin más. Un saquito de masa filo con un relleno de picadillo de todo bien mezclado. Ningún sabor resaltaba por encima del otro, las setas pasaban desapercibidas...
Os dejo una foto del raxo, porque aunque nosotros de esta vez no lo pedimos, lo recomendamos igualmente. Sobre todo, muy importante, no te vayas de Galicia sin probar el raxo!
En cuanto al local, es muy grande y agradable, resulta complicado encontrar mesa sin esperar... cuestión de suerte! Nos sentamos casi en la entrada, y nos daba el frío cuando se abría la puerta. Lo solucionaron encendiendo una estufa, pero está tan pegada a la mesa que los que estaban sentados más cerca, no aguantaban el calor... creo que es un tema que se podría mejorar.
La decoración está mimada, mezcla la frialdad industrial de la forja con la calidez de la madera y las luces colgando del techo.
La atención es muy buena y rápida; la presentación muy cuidada, y los precios normales. Pagamos 10€ cada uno y salimos cenados.
En cuanto al aparcamiento es lo mismo de siempre, es el centro, es una calle peatonal y suele estar muy concurrida. Aconsejamos bajar andando o en bus para no tener que dar millones de vueltas o aparcar en uno de los parking privados de la zona.
En definitiva, es un sitio agradable al que ir andando, donde puedes probar platos diferentes, combinaciones y mezclas que en otros sitios no se atreverían a hacer. Recomendaría ir temprano o un día no señalado para no tener que esperar.